jueves, 9 de febrero de 2012

Se venden cachorros

El propietario de una tienda estaba colgando sobre la puerta un cartel que anunciaba: «Venta de cachorros». Ese tipo de anuncios tienen la virtud de llamar la atención de los niños y no tardó en aparecer un niñito bajo el cartel.
—¿A cuánto vende usted los cachorros? —preguntó.
—Entre treinta y cincuenta dólares —respondió el dueño de la tienda.
El pequeño rebuscó en sus bolsillos y sacó algunas monedas.
—Sólo tengo dos dólares y treinta y siete centavos —anunció—. ¿Puedo verlos, por favor?
El dueño sonrió, emitió un silbido y de la perrera salió Lady, que se acercó corriendo por el pasillo de la tienda seguida por cinco minúsculas bolitas de pelo. Uno de los cachorros seguía a los demás con dificultades. Inmediatamente, el niño se fijó en el perrito lisiado que cojeaba y preguntó:
—¿Qué le pasa a ese perrito?
El dueño de la tienda le explicó que el veterinario, al examinarlo, había descubierto que al cachorrito le faltaba la fosa de articulación de la cadera.
—Pues ése es el cachorrito que quiero comprar —exclamó el niño, entusiasmado.
—No creo que quieras comprarlo —objetó el dueño de la tienda—, pero si realmente lo quieres, te lo regalo.
El chiquillo se ofendió mucho; miró a los ojos al dueño de la tienda, apuntándole con un dedo, y declaró:
—No quiero que me lo regale. Ese perrito vale tanto como cualquiera y le pagaré a usted lo que valga. Es más, ahora le daré todo lo que tengo y le iré pagando cincuenta centavos cada mes hasta completar su precio.
—En realidad, no creo que quieras comprar el perrito —replicó el hombre—. Nunca podrá correr y saltar y jugar contigo como los demás cachorritos.
Al oír estas palabras, el chiquillo se inclinó para levantarse la pernera del pantalón, mostrando una pierna gravemente deformada que se apoyaba en una ortopedia. Levantó los ojos hacia el propietario de la tienda y respondió en voz baja:
—Bueno, yo tampoco soy muy buen corredor y el cachorro necesitará a alguien que lo entienda.

miércoles, 8 de febrero de 2012

El poder de la sonrisa

Cuenta el autor que, capturado por el enemigo, lo confinaron en una celda. Por las miradas desdeñosas y el rudo tratamiento que recibió de sus carceleros, estaba seguro de que al día siguiente lo ejecutarían. A partir de aquí contaré la historia tal como la recuerdo, con mis propias palabras.

«Estaba seguro de que me matarían, y me fui poniendo tremendamente inquieto y nervioso. Repasé mis bolsillos en busca de algún cigarrillo que pudiera haber quedado en ellos pese al registro y encontré uno que, con manos temblorosas, apenas pude llevarme a los labios. Pero no tenía fósforos; eso sí se lo habían llevado.
»Por entre los barrotes miré a mi carcelero, que evitaba mantener contacto conmigo. Después de todo, nadie intenta mirar a los ojos a una cosa, a un cadáver. Decidí preguntarle:
»—¿Tiene fuego, por favor?
»Me miró, se encogió de hombros y se acercó a encenderme el cigarrillo.
»Mientras se acercaba para encender el fósforo, sin intención alguna, nuestros ojos se cruzaron. En ese momento, sin saber por qué, le sonreí. Quizá fuera por nerviosismo, tal vez porque cuando dos personas están muy cerca una de otra es muy difícil no sonreír. En todo caso, le sonreí. En ese instante fue como si se encendiera una chispa en nuestros corazones, en nuestras almas: éramos humanos. Sé que aunque él no lo quería, mi sonrisa pasó a través de los barrotes y provocó otra sonrisa en sus labios. Me encendió el cigarrillo y se quedó cerca, mirándome directamente a los ojos, sin dejar de sonreír.
»También yo seguí sonriéndole; ahora ya lo veía como a una persona, no como a un simple carcelero. Pareció como si el hecho de que me mirara hubiera cobrado también una nueva dimensión.
»—¿Tienes hijos? —me preguntó.
»—Si, mira.
»Saqué la cañera y busqué las fotos de mi familia. Él también sacó las fotos de sus hijos y empezó a hablar de los planes y las esperanzas que ellos le inspiraban. A mí se me llenaron los ojos de lágrimas. Le dije que temía no volver a ver nunca a mi familia, no poder llegar a verlos crecer. A él también se le humedecieron los ojos.
»De pronto, sin decir nada más, abrió la puerta y sin añadir palabra me guió hacia la salida. Ya fuera de la cárcel, silenciosamente y por callejas apartadas, me condujo fuera de la ciudad. Allí, ya casi en el límite, me dejó en libertad y, sin una palabra más, regresó.
»Aquella sonrisa me había salvado la vida.

Sí, la sonrisa... el contacto espontáneo, natural, no afectado entre las personas. Éste es un episodio que cuento en mi trabajo porque me gustaría que la gente pensara en que, debajo de todas las capas defensivas que construimos para protegernos, para proteger nuestra dignidad, nuestros títulos, nuestros grados, nuestro estatus y nuestra necesidad de que nos vean de tal o cual manera... por debajo de todo eso, sigue estando, auténtico y esencial, lo que somos. No me asusta llamarlo alma. Realmente, creo que si esa parte de ti y esa parte de mí pudieran reconocerse la una a la otra, no seríamos enemigos. No podríamos sentir odio ni envidia ni miedo. Con tristeza llego a la conclusión de que todos esos estratos que tan cuidadosamente vamos construyendo a lo largo de toda la vida, nos distancian de los demás y nos aíslan de cualquier auténtico contacto con ellos. El relato de Saint-Exupéry nos habla de ese momento mágico en que dos almas se reconocen.

No he tenido más que unos pocos momentos como aquél. Enamorarse es un ejemplo y también observar a un bebé. ¿Por qué sonreímos cuando vemos un bebé? Quizá sea porque vemos a alguien que aún no tiene todas esas barreras defensivas, alguien que, bien lo sabemos, cuando nos sonríe lo hace de forma totalmente auténtica y sin engaños. Y el alma de bebé que seguimos llevando dentro sonríe con melancólico agradecimiento.

El amor y el taxista

El otro día, en Nueva York, cogí un taxi con un amigo. Cuando nos bajamos, mi amigo le dijo al taxista:
—Le agradezco el viaje. Es usted un conductor estupendo.
Durante un segundo, el hombre se quedó atónito. Después reaccionó:
—Oiga, ¿me está tomando el pelo o qué?
—Nada de eso, amigo mío, no tengo intención de molestarlo. Admiro la tranquilidad con que se mueve en medio de semejante tránsito.
—Ah —farfulló el conductor, y siguió su recorrido.
—¿A qué venía eso? —pregunté.
—Estoy tratando de restaurar el amor en Nueva York —me respondió mi amigo—. Creo que es lo único capaz de recuperar la ciudad.
—¿Cómo es posible que un solo hombre salve Nueva York?
—No es cuestión de un solo hombre. Creo que a ese taxista le he cambiado el día. Suponte que haga veinte viajes. Pues será amable con esos veinte pasajeros porque alguien fue amable con él. Ellos, a su vez, serán más cordiales con sus empleados, servidores o colaboradores, e incluso con sus respectivas familias. En última instancia, la buena disposición podría extenderse a un millar de personas por lo menos. No está mal, ¿no te parece?
—Pero tú confías en que ese taxista transmita tu buena disposición a los demás.
—No estoy confiando en nada —respondió mi amigo—. Me doy cuenta de que el sistema no es totalmente seguro. Hoy puedo encontrarme con diez personas muy diferentes, si de entre esos diez puedo hacer felices a tres, finalmente podré influir en forma indirecta sobre las actitudes de tres mil más.
—Teóricamente suena bien —admití—, pero no estoy seguro de que en la práctica funcione.
—Si no funciona no se pierde nada. No perdí ni un minuto en decirle a ese hombre que estaba haciendo muy bien su trabajo. Ni le di una propina mayor ni una más pequeña. Y si mis palabras cayeron en oídos sordos, ¿qué importa? Mañana habrá algún otro taxista a quien pueda tratar de hacer feliz.
—Oye, tú estás un poco chiflado —señalé.
—Tus palabras demuestran lo cínico que te has vuelto. Este asunto lo tengo estudiado. Lo que al parecer les falta a nuestros empleados de correos, aparte de dinero, por cierto, es que nadie les dice lo bien que están haciendo su trabajo.
—Pero si no están haciendo bien su trabajo.
—Si no están haciendo bien su trabajo es porque sienten que a nadie le importa cómo lo hacen. ¿Por qué no decirles una palabra que les anime?
En ese momento pasábamos junto a un edificio en construcción, donde cinco obreros estaban almorzando. Mi amigo se detuvo.
—Qué trabajo estupendo habéis hecho —señaló—. Debe de ser algo muy difícil y peligroso.
Los hombres lo miraron con desconfianza.
—¿Cuándo estará terminado?
—En junio —gruñó uno de ellos.
—Ah. Pues realmente, es impresionante. Debéis de estar muy orgullosos.
Seguimos caminando y yo le señalé:
—No he visto a nadie como tú desde que leí el Quijote.
—Cuando esos hombres asimilen mis palabras se sentirán más felices y, de alguna manera, su felicidad será un beneficio para la ciudad.
—Pero, ¡esa no es una tarea para que la hagas tú solo! —protesté yo—. Al fin y al cabo, no eres más que un hombre.
—Lo más importante es no descorazonarse. Intentar que la gente de la ciudad vuelva a ser feliz no es tarea fácil, pero si puedo enrolar a más gente en mi campaña...
—Acabas de guiñarle el ojo a una mujer feísima —le señalé.
—Ya lo sé —me respondió—. Piensa que si es maestra de escuela hoy sus alumnos tendrán un día fantástico.

lunes, 6 de febrero de 2012

Positivo o Negativo

Aquileo era un tipo demasiado pesimista. Leía las noticias en el periódico, y comentaba: - Que horror, tanta violencia, tantos robos, asaltos, y asustado exclamaba los ladrones son tantos que ninguna casa se salvara de ser visitada por los dueños de lo ajeno.

Miraba la Televisión y al ver las noticias de las inundaciones comentaba: ¡Vamos a morir ahogados! El rió se desbordo, huyan por sus vidas. Salía por la noche y al ver los diversos lugares de prostitución decía: Estamos peor que en los tiempos de Sodoma y Gomorra.

Aquileo en cualquier acontecimiento exageraba al extremo, al ser extremadamente pesimista.

Un día Aquilito, su pequeño hijo de 8 años de edad, preocupado por las reacciones de su papa ante todos los acontecimientos, con una pila en la mano se dirige a su progenitor y le dice: Querido Papa, quiero hacerte una pregunta: ¿Tú sabes cual es la diferencia entre esta pila y tú?

Asombrado ante esta pregunta el pesimista de Aquileo, piensa en darle una respuesta a su hijo, y al final se da por vencido diciendo: -En estos momentos no se responder a tu pregunta, dime ¿cual es esa diferencia que tu dices que hay entre esa pila y yo?

El pequeño mostrándole la pila (que seguramente le sacaría del mando de la Tele) le señala e indica el lado positivo y da una respuesta de la que podemos aprender bastante:
-La diferencia es que la pila tiene al menos un lado positivo…

A pesar de eso

A pesar de eso...

Haciendo bien las cosas, a pesar de todo.

Las personas son irracionales, ilógicas y egoístas. Ámalas, a pesar de eso.

Si haces el bien, la gente te acusará de tener motivos egoístas ocultos. Haz el bien, a pesar de eso.

Si tienes éxito, te ganarás amigos falsos y enemigos verdaderos. Ten éxito, a pesar de eso.

La honestidad y la franqueza te hacen vulnerable. Sé honesto y franco, a pesar de eso.

El bien que hagas hoy, será olvidado mañana. Haz el bien, a pesar de eso.

La gente más grande con las ideas más grandes, puede ser derribada por la gente más pequeña, con las mentes más pequeñas. Piensa en grande, a pesar de eso.

La gente acepta a los perdedores, pero sigue sólo a los ganadores. Ayuda a algunos perdedores, a pesar de eso.

Lo que te ha tomado años en construir, puede ser destruido de la noche a la mañana.

Construye, a pesar de eso.

jueves, 26 de enero de 2012

Miremos dentro de nosotros, centrémonos en nosotros.

Una pareja de recien casados se mudo a un barrio muy tranquilo.
En la primera mañana en la casa, mientras tomaba cafe, la mujer reparó a traves de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en el tendedero.
Que sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero !!
quizas necesita un jabón nuevo i ojalá pudiera ayudarla a lavar las sábanas !!
El marido miró y quedó callado.
Y así cada dos o tres dias la mujer repetia su discurso, mientras la vecina tendia sus ropas al sol y al viento.
Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpias, y dijo al marido:
¡¡¡ Mira, la vecina aprendió a lavar la ropa !!!
¿¿ Le enseñaría otra vecina ??
El marido le respondió:
¡¡¡ No, hoy me he levantado más temprano y limpié los cristales de nuestra ventana !!!

Y la vida es así: Todo depende de la limpieza de la ventana, a través de la cual observamos los hechos.
Antes de criticar, seria conveniente chequear si hemos limpiado el corazon para poder ver mas claro.
Entonces podremos ver claramente la limpieza del corazón de los demás.
Sin duda hoy te veo mejor que ayer !!!

Feliz dia !!!

lunes, 23 de enero de 2012

Leyenda de Oriente

En un grupo de muchachos apiñados alrededor del cuerpo de un perro muerto, en un canal de Jerusalén, uno de ellos comentó: “Tiene un ojo afuera”. Otro dijo: “Perdió la vida en una lucha de carros”. “¡Que fea brutalidad!” exclamó un tercero. “Su pelo está enmarañado con suciedad y sangre”.
“Pero mira sus dientes”, sugirió un extraño que pasaba. “Son tan blancos y finos como perlas”.

“¿Quién es ése?” preguntó uno de los muchachos; y otro que lo conoce respondió, “él es Jesús, el Galileo”.

Intentemos ver los dientes blancos de cada persona, en lugar de buscar los defectos.