En un grupo de muchachos apiñados alrededor del cuerpo de un perro muerto, en un canal de Jerusalén, uno de ellos comentó: “Tiene un ojo afuera”. Otro dijo: “Perdió la vida en una lucha de carros”. “¡Que fea brutalidad!” exclamó un tercero. “Su pelo está enmarañado con suciedad y sangre”.
“Pero mira sus dientes”, sugirió un extraño que pasaba. “Son tan blancos y finos como perlas”.
“¿Quién es ése?” preguntó uno de los muchachos; y otro que lo conoce respondió, “él es Jesús, el Galileo”.
Intentemos ver los dientes blancos de cada persona, en lugar de buscar los defectos.
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