Servir no debe ser una opción, debe ser una responsabilidad que tenga prioridad en nuestras vidas. Pero no por imposición, sino por saber que se es mejor persona cuando se ayuda a los demás. Porque uno crece cuando ayuda al crecimiento y desarrollo de otros. Porque dar parte de uno mismo es uno de los mejores regalos que puedes ofrecer.
No te humilla servir, sino que te engrandece. Tu espíritu se eleva y ante los demás también serás considerado como alguien de ejemplo.
Servir te ayuda a sacar lo mejor de ti. A mantenerte humano y sensible ante el dolor ajeno.
A evitar la pereza, la soberbia y el orgullo. A poder caminar con los pies en la tierra sabiendo que eres útil.
Alguien dijo que, “el que no sirve, no sirve”. Todos nos necesitamos los unos a los otros.
Nadie es tan rico que no necesite un favor, nadie es tan independiente que no necesite de la ayuda de otros.
Pon tu corazón al servicio. Da de lo que tengas a manos llenas. Que el amor cuando se reparte se multiplica y las penas se van restando cuando logramos ver que hay otros que en verdad están pasando por situaciones peores que muchas de las nuestras.
Siempre que sirves a otros de cualquier manera, verdaderamente estás sirviendo a Dios y cumpliendo uno de tus propósitos.
“Siempre que puedas, haz todo lo bueno que puedas, por todos los medios que puedas, de todas las maneras que puedas, en todos los lugares que puedas, en todo momento que puedas, a toda la gente que puedas”. (John Wesley)
Proponte hacer algo por los demás. Pudiera parecer insignificante, pero créeme que lograrás hacer la diferencia con tu empeño y dedicación. Seguramente hoy alguien necesitando de tu ayuda, no se la niegas, extiende tus brazos y sirve.
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