viernes, 17 de agosto de 2012

Autodependencia

Cuando éramos niños mi primo y yo , estábamos cierta vez en casa de la abuela.
Mi primito entró corriendo y se estrelló de frente en la mesa del comedor, cayó sentado en el piso llorando.

Se había dado un golpe fuerte y poco después un bultito del tamaño de una ciruela le apareció en la frente.
Mi tía que estaba en una de las habitaciones corrió a abrazarlo y mientras me pedía que trajera hielo le decía a mi primo: Pobrecito! mala la mesa que te pegó, chas! chas! a la mesa..., mientras le daba palmadas al mueble, invitando a mi pobre primo a que la imitara.... yo pensaba:
¿....? ¿Cuál es la enseñanza? ¿La responsabilidad no es tuya que fuiste descuidado o torpe?
Que eres un niño y que no miras por dónde caminas; ¿la culpa es de la mesa?
¿La mesa es mala?

Yo intentaba entender más o menos sorprendido el mensaje oculto de la mala
intencionalidad de los objetos.
Y mi tía insistía para que mi primo le pegara a la mesa....

Me parece gracioso como símbolo, pero como aprendizaje me parece siniestro:
Tú nunca eres responsable de lo que hiciste, la culpa siempre la tiene el otro, la culpa es de afuera, tuya no, es el otro el que tiene que quitarse de tu camino para que no te golpees....
Tuve que recorrer un largo trecho para apartarme de los mensajes de las tías del mundo.

Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña.
Es mi responsabilidad defenderme de los que me hacen daño.
Es mi responsabilidad hacerme cargo de lo que me pasa.
Tengo que darme cuenta de la influencia que tiene cada cosa que hago.
Para que las cosas que me pasan, me pasen, yo tengo que hacer lo que hago.

Y no digo que puedo manejar todo lo que me pasa, sino que soy responsable
de lo que me pasa porque en algo, aunque sea pequeño, he colaborado para que suceda.
Yo no puedo controlar la actitud de todos a mi alrededor, pero puedo
controlar la mía.
Puedo actuar libremente con lo que hago.
Tendré que decidir qué hago con mis limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con todo lo que sé y aprendí, con todo eso, tendré qué decidir
cuál es la mejor manera de actuar.
Y tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que conocerme más para saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme tanto como para privilegiarme y saber que esta es mi decisión.

Y tendré, entonces, algo que viene con la autonomía y que es la otra cara
de la libertad: el Coraje.

Tendré el coraje de actuar como mi conciencia me dicta y de pagar el precio.
Tendré que ser libre aunque a otros les disguste.
Jorge Bucay

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